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"Te..." Sólo eso alcanzaste a decir antes de que mi mirada te inundara de miedo. No quise hacerlo, no quise coartarte... es más, esperaba que dijeras algo -aunque yo bien sabía que no podría contestarte- algo que apaciguara la tensión y el frío aire que corría entre nosotros. Me miraste con tus grandes ojos, llenos de un sentimiento indescifrable. Sonreíste, pero yo entendí que tu sonrisa no reflejaba más que tristeza y confusión. Te miré cálidamente, esperando que entendieras el mensaje que con palabras no podía expresar. No fue así. No cambiaba la expresión de tu rostro. Tus ojos comenzaban a cristalizarse y tu mentón tiritaba. "Qué era lo que ibas a decir", te pregunté con cautela. Sin pensarlo dos veces alejaste la mirada. Esquivo y atemorizado decidiste afrontar la situación. "Te.... te... " y silencio otra vez. Tenía ganas de decirte algo yo, para que pudieras liberar lo que atoraba tu garganta. Pero cómo engañarte sólo para conseguir lo que quiero? Lo siento pero no pude hacerlo. No pude mentir, no supe mentir.
El silencio era atemorizante. La distancia entre los dos era palpable, indiscutible. "Quiero que sepas que te quiero..." No podía creer lo que había escuchado. No sabía que responder. Aún no se que responder. Te miré con los ojos atentos, sorprendidos y conmocionados. No comprendo si lo que siento es emoción o rabia. Si quiero acercarme o huir. No quisiera confundirte pero creo que es tarde. Quizás habría sido mejor si nuestra conversación hubiese terminado en "Te...."